Esta película trata sobre una ciudad en la que los robots son un elemento más, una máquina obediente que forma parte de la sociedad y que sirve al ser humano. Se rigen por las tres leyes de la robótica que les prohíbe hacer daño a las personas. Pero uno de estos robots no es como los demás, Sonny se ha visto implicado en la muerte de un prestigioso científico y esto da que pensar al detective del Spooner que desconfía de los robots plenamente y empieza a investigar el caso. Y es que este robot tan peculiar fue creado con sentimientos y por lo tanto, no está limitado por las tres leyes mencionadas anteriormente.
Entre el detective y la doctora especialista en robots Susan Calvin, intentarán resolver el conflicto que podría provocar la dominación del mundo por parte de los robots.
Pero paradójicamente, para detener esta invasión son ayudados por Sonny, entonces, ¿por qué solo él era capaz de ayudarles y una máquina sin sentimientos no hubiera sido capaz?
¿Es preferible la existencia única de inteligencia, sin sentimientos en el ser humano? (pareciendonos así a los robots).
¿Puede un robot tomar una decisión sin que haya una programación previa en él?
Y la más importante:
¿Se pueden fabricar los sentimientos?
Estas son algunas de las múltiples preguntas que nos podríamos hacer tras haber visto Yo, Robot, y que por supuesto serían muy interesantes de debatir.
Miriam Romero Valenzuela
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